Como por desgracia, por la crisis económica que atravesamos, el tema del ahorro es ahora tan necesario, vamos a volver a dar pistas sobre como ahorrar con la comida, tanto en dinero como en tiempo, y al mismo tiempo incrementamos la calidad de nuestra alimentación, haciéndola más sana y saludable.
El concepto fundamental es PLANIFICACIÓN. Planificación de los menús con anterioridad, planificación de una lista de la compra, donde tener en cuenta lo que necesitamos y con lo que ya contamos en casa, planificación de los diversos ingredientes (si necesitamos carne, pescado, verdura o fruta, cual vamos a comprar en función de las que estén de temporada o sean más baratas), planificación a la hora de cocinar para hacer a la vez diversos platos (hacemos el doble para congelar la mitad, preparamos un sofrito base con el que elaboramos diferentes comidas....), planificación el tener recursos en el frigorífico para evitar tentaciones de comprar comida preparada......
Una vez que nos acostumbramos a ella, nos daremos cuenta que nos soluciona muchas situaciones imprevistas, nos ahorra dinero y sobre tiempo, tanto de ir a la compra, como de cocinar, y al mismo tiempo estamos comiendo platos elaborados en casa, mucho más sanos que los que se puedan comer fuera (siempre que se sigan unas reglas básicas de alimentación saludable).
Uno de los apartados que más no ataca el bolsillo es comer fuera de casa, ya sea por obligación (trabajo, estudios), como por placer. Por eso una forma de ahorrar es intentar llevar la comida elaborada de casa. Es más barato, y más sano, llevar un bocadillo que comer el menú del día. Si tenemos opción de llevar la comida de casa, es además variado y saludable.
Si comemos fuera por placer, una alternativa es salir a comer el aperitivo, y volver a casa a comer, o comer en casa, y salir a tomar postre. También podemos pasar un día de campo o playa, llevando la comida.
Otra cosa a tener en cuenta es el hacer caso de la publicidad. No siempre lo más publicitado es lo mejor (y la publicidad te la tienen que cobrar por algún sitio). Es importante leer las etiquetas y comparar productos similares en cuanto a precio y composición, y lo más importante el peso neto, ya que a veces nos puede llevar a engaño (algo de igual precio, pero diferente peso).
Es conveniente en la medida de lo posible, ir solos a realizar la compra, ya que, sobre todo los niños, nos "obligan" a realizar compras impulsivas, que no teníamos previstas.
Hacer una compra de productos de larga duración (aceite, legumbres, pasta, conservas...), y asi solo hay que comprar los productos frescos una vez a la semana.
Recurrir el mínimo posible a comidas preparadas o precocinados, sobre todo por salud, y por economía. Un simple revuelto de verduras congelado, lleva una cantidad de grasas y aditivos, que si lo hacemos en casa, no consumiríamos.
Uno de los apartados que más no ataca el bolsillo es comer fuera de casa, ya sea por obligación (trabajo, estudios), como por placer. Por eso una forma de ahorrar es intentar llevar la comida elaborada de casa. Es más barato, y más sano, llevar un bocadillo que comer el menú del día. Si tenemos opción de llevar la comida de casa, es además variado y saludable.
Si comemos fuera por placer, una alternativa es salir a comer el aperitivo, y volver a casa a comer, o comer en casa, y salir a tomar postre. También podemos pasar un día de campo o playa, llevando la comida.
Otra cosa a tener en cuenta es el hacer caso de la publicidad. No siempre lo más publicitado es lo mejor (y la publicidad te la tienen que cobrar por algún sitio). Es importante leer las etiquetas y comparar productos similares en cuanto a precio y composición, y lo más importante el peso neto, ya que a veces nos puede llevar a engaño (algo de igual precio, pero diferente peso).
Es conveniente en la medida de lo posible, ir solos a realizar la compra, ya que, sobre todo los niños, nos "obligan" a realizar compras impulsivas, que no teníamos previstas.
Hacer una compra de productos de larga duración (aceite, legumbres, pasta, conservas...), y asi solo hay que comprar los productos frescos una vez a la semana.
Recurrir el mínimo posible a comidas preparadas o precocinados, sobre todo por salud, y por economía. Un simple revuelto de verduras congelado, lleva una cantidad de grasas y aditivos, que si lo hacemos en casa, no consumiríamos.
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